El proceso de emancipación del Perú se inició en el siglo XVIII con la lucha contra el dominio español de Túpac Amaru, seguida de la Carta a los españoles americanos de Viscardo y Guzmán, quien pidió la ruptura con España, y la rebelión liderada por Juan José Crespo y Castillo; estas y otras manifestaciones se inscribieron en el proceso revolucionario temprano. Las conspiraciones antecedieron a las proclamaciones de independencia en Hispanoamérica. En ellas, participaron las mujeres de manera silenciosa y efectiva, como Micaela Bastidas y Tomasa Condemayta y las activistas María Parado de Bellido, Pepita Ferreyros, la marquesa de Torre Tagle, las Iturregui, entre otras cuyos nombres permanecen desconocidos. También el bajo clero conspiró a favor de la causa mediante el encubrimiento de actividades y la propagación de los ideales libertarios en la población en su contacto permanente; entre los más activos se conoce a Juan José Muñoz, Felipe Cuéllar, Cecilio Tagle, García Paredes, Tomás Diéguez, José María Piélago. Se sumaron el mercedario Cipriano Gerónimo Calatayud; el agustino y teólogo Saldia quien también era redactor del Mercurio Peruano; el dominico, padre Cea; el franciscano, padre Montenegro, quemó en su celda la correspondencia entre San Martín con los patriotas cuando se descubrió la conspiración de Riva Agüero. Desde fuera, el Perú luchó por la independencia americana y estuvo presente en cada movimiento reaccionario. En México, actuó fray Melchor de Talamantes; en Chile, Juan Egaña; en Quito, Rodríguez de Quiroga; en Buenos Aires, José Darregueyra, Toribio, José y Francisco Luzuriaga quienes apoyaron la marcha de la Expedición Libertadora hacia el Perú con el fin de acaba la dependencia de la Corona española.
En el Perú, como centro del poderío español, debía sellarse la independencia continental. El virreinato ya estaba debilitado por las conspiraciones y las luchas entre patriotas y realistas, y terminó derrumbado con la llegada de las expediciones libertadoras. Las acciones rebeldes previas a la llegada de San Martín demuestran que el virreinato peruano no fue ajeno a la influencia de las Cortes de Cádiz de 1812 y de los movimientos levantiscos de otros territorios, por cuanto el sentimiento patriota, el deseo de muchos peruanos por mejorar sus condiciones de vida y decidir su propio destino separados de España constituían aspiraciones largamente esperadas.
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